Frank Capra, en su autobiografía “El nombre delante del título” explica cómo intentaba eludir una propuesta profesional que le hicieron un grupo de científicos de hacer documentales divulgativos sobre temas de Ciencia. Como no lo conseguía les dejó claros sus criterios cristianos con la esperanza de que algún científico más radical propusiera no encargárselo. No lo consiguió, dejó un testimonio de su fe y acabaría realizando un gran trabajo.
Necesitaba una excusa menos evidente para librarme de aquello. A finales del almuerzo creí haber encontrado una:
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“Caballeros, no soy su hombre -dije al comité de científicos en la intimidad de una sala del consejo-. Ustedes, caballeros, son científicos. Un hecho físico es su verdad, su Biblia, su disciplina. Bien, para mí un hecho físico es algo aburrido, a menos que... esté iluminado por un toque de lo Eterno. Así que entiendan, si yo hago un filme científico tendré que decir que la investigación científica es sólo otra expresión del Espíritu Santo que funciona en todos los hombres. Además, diré que la ciencia, esencialmente, no es más que otra faceta de la búsqueda de Dios por parte del hombre”.
Hubo una larga pausa. Finalmente Dean Harrison, el físico del MIT, dijo:
- “Frank Capra, los científicos tienen la sensación de que hay un abismo, un abismo que se hace cada vez más grande, entre la ciencia por un lado y el Sr. Ciudadano Medio en el otro. Nos hemos hecho miembros de este Comité Consultor con la esperanza de que podamos ayudar a construir un puente sobre este abismo. Un puente artístico, un puente espiritual si quiere, que abrirá un tráfico de comprensión, de doble sentido, entre los científicos y los demás seres humanos. Usted construirá ese puente, Frank Capra, y conseguirá mucho para sí mismo y la Compañía Telefónica, pero mucho más para la nación y quizá para el mundo”.
Como un salmón agotado, hice un último movimiento jadeante para librarme del anzuelo.
- “Maldita sea, caballeros, supongo que no he acabado de llegar hasta ustedes. ¡No sólo soy religioso, soy católico!” -aguardé la reacción. No hubo ninguna.
- “¿Y?” -dijo el Dr. Kluckhohn.
- “Y no sólo un buen católico -continué-, no uno que modela sus acciones según los verbotens de papas, obispos y sacerdotes. Soy peor. Soy un católico en espíritu; uno que cree firmemente que los antimorales, los fanáticos intelectuales y la Mafias del mal pueden destruir religiones, pero nunca conquistarán la cruz. ¿No comprenden?”
- “¿Y?” -era el Dr. John Bowers, de Wisconsin.
- “¿Y? También soy un católico excéntrico. ¿Sabe usted lo que pasó hace poco? Mi esposa, una reciente conversa sin yo saberlo, me dijo que volviéramos a casarnos ante un sacerdote. La más estúpida ceremonia que nunca se haya visto en la Misión Pala. Con el hermano y la cuñada de ella, y nuestros tres hijos ya crecidos arrodillados detrás de nosotros, el padre Mondini dice: «Y yo os declaro marido y mujer.» Yo me reí entre dientes, mi esposa se rió entre dientes, mis hijos se rieron entre dientes, e incluso los impasibles indios pala se rieron entre dientes” -hice una pausa para ver el efecto de mis palabras .
De nuevo el Dr John Bowers inquirió un llano:
- ”¿Y?”