lunes, 6 de diciembre de 2010

Agnósticos y Católicos: Vamos a tratarnos bien…


Ha pasado un mes desde la visita del Papa a España, donde convivimos ciudadanos católicos que queremos difundir libremente nuestra fe, proponiendo, no imponiendo y laicistas que querrían verla erradicada o al menos arrinconada en la vida privada de cada ciudadano. Este es un dato ante el que no se puede cerrar los ojos.

Benedicto XVI, el Papa de la razón, no tiene miedo a entrar a los temas más controvertidos, y éste no fue una excepción; antes de llegar a nuestro país constató que “este enfrentamiento entre fe y modernidad, ambos muy vivaces, hoy se realiza nuevamente en España”. Y animó a resolverlo positivamente: “por eso, para el futuro de la fe y del encuentro -¡no el desencuentro!, sino encuentro- entre fe y laicidad tiene un foco central también en la cultura española”.
Sin embargo, el laicismo destacó, del encuentro con los periodistas en el avión la analogía del anticlericalismo actual con el de los años 30, sin hacer caso a la llamada del Papa a entenderse. En los años 30 hubo un anticlericalismo que llegó a extremos criminales y el actual, por fortuna, se queda con frecuencia en insultos en los medios y en el deseo de excluir de la vida pública cualquier manifestación de la religión, eso sí, de un modo más civilizado. Y, como en los años 30, se echa de menos que las personas con autoridad real o moral condenen insultos a católicos que bajo ningún concepto se tolerarían contra otros colectivos. La sociedad ha avanzado en bastantes aspectos de civilización y convivencia; también los partidos de izquierda de aquellos años. Un efecto colateral bueno de la interpretación de las palabras de Benedicto XVI es que se habló de la quema de Iglesias y asesinato de curas, un tema tabú del laicismo que siempre ha querido ocultar como barbarie imposible de contener (aunque nunca castigada) por la legalidad republicana y de la que sería culpable la propia Iglesia por no saber conectar con el pueblo y alinearse con las clases pudientes.

Hay que recordar además que el Papa cuando habla se dirige en especial a los católicos y por tanto, también nos pide ese esfuerzo de encuentro entre fe y laicidad, como ya dijo en su viaje a Chequia, al hablar del diálogo intelectual entre agnósticos y creyentes: “Ambos tienen necesidad del otro: el agnóstico no puede contentarse con no saber si Dios existe o no, debe estar en búsqueda y experimentar la gran herencia de la fe; el católico no puede contentarse con tener fe, debe estar en búsqueda de Dios, es más, en el diálogo con los demás vuelve a descubrir a Dios de manera más profunda”

Dialogar no supone ceder en convicciones para llegar a una solución de compromiso. Es, más bien, mejorar en el modo de tratarnos, vivir “como una sola familia”, como dijo al final de su viaje.
Dos no se pelean si un no quiere. Y me parece que en general los católicos no queremos bronca y frente a cierto laicismo agresivo, defendemos una laicidad serena.

Pongo un par de ejemplos de laicismo en este último mes que no ayudan a la convivencia, al diálogo o a la mutua comprensión.

Un diario nacional titulaba así una noticia de la visita del Papa: Gais y católicos se insultan al paso del papamóvil. Al ver el titular lamenté que algunos católicos hubieran caído en el absurdo de la confrontación. Pero al leer la noticia, como el redactor recogió los gritos literales de unos y otros comprobé que las contestaciones al gesto de los gays no tenía nada de insulto. Los insultos (de verdad) vinieron de algunos gays, pese a que la consigna era solo besarse y evitar los "insultos, pancartas, banderas y cualquier tipo de respuesta a provocaciones o agresiones físicas o verbales", decía la convocatoria gritaron. “La iglesia que ilumina es la que arde" o "Bote, bote, bote, pederasta el que no bote". La respuesta de los imprecados fueron estos “insultos”: "Nosotros os queremos","esta es la juventud del Papa", o incluso cantaron el "Qué viva España", de Manolo Escobar. A nadie le gusta que deseen que arda tu Iglesia o que te llamen pederasta y a pesar de todo, en vez de insultar, dieron una respuesta heroicamente pacífica. No se puede decir que el titular “Gais y católicos se insultan al paso del papamóvil” sea muy honesto.

Otro ejemplo de un diálogo imposible: Un grupo de catedráticos y profesores de la Universidad de Granada organiza un ciclo de conferencias “Temas de actualidad”, y entre los temas habla un obispo sobre “Seguidores de Cristo y constructores de la cultura de la vida”
La cosa ha herido a otro grupo de profesores que se lamenta de que en la Universidad haya contenidos católicos en una actividad universitaria y que se hagan “afirmaciones anticientíficas” contrarias a lo que se está explicando en sus aulas y ponen como ejemplo afirmar la compatibilidad entre evolución y creación, algo que defienden millares de científicos en todo el mundo. Lo curioso es que encabeza este manifiesto laico el mismo profesor que invitó a la misma Universidad a Leo Bassi, para decir ofensas directas a la religión o que se lamentó que se retirara una exposición ofensiva a los sentimientos de los católicos.
Según ellos, en la Universidad y con fondos públicos, con la libertad de cátedra se puede opinar prácticamente de todo (se puede defender el anarquismo, el comunismo estalinista, la Cuba “feliz” de Fidel Castro) con excepción de la religión, salvo que sea para atacarla. Curioso.

Hay más ejemplos en este mes: impedir al Cardenal Rouco hablar en la Universidad Complutense, videos ofensivos a los católicos en La Sexta, etc.

Hay que seguir luchando por el diálogo, a pesar de las pegas que ponen algunos. La posición de la Iglesia acaba siendo necesariamente defensiva porque no casa con el Evangelio la revancha, el ojo por ojo, ni el odio. Benedicto XVI propone la razón frente al prejuicio, una razón iluminada con la fe y acompañada con el corazón. Cuando alguien me dice que Benedicto XVI es muy radical le suelo preguntar qué libros o artículos de Josef Ratzinger ha leído. Suelo hacer esa pregunta retóricamente, porque no se trata de humillar a nadie (casi nadie a leído casi nada), sino de tener elementos de juicio. Y no pretendo que la gente lea profusos tratados de teología. Cualquiera que haya leído los discursos, las encíclicas o las entrevistas que se han publicado en forma de libros, puede constatar que el Papa actual habla con una claridad magistral.

Se echan en falta debates públicos, educados y polémicos como los que había entre Bernard Shaw y Chesterton. Fueron enriquecedores y creativos. Pero creo que hay laicistas a los que no les gustarían porque es hablar de Dios en público y por hay no pasan.