sábado, 11 de febrero de 2012

Los malos tiempos son para las buenas personas


Es frecuente que mucha gente se desanime ante el panorama de un mundo en el que no se puede decir que las cosas vayan de maravilla. Y no me refiero solo a la crisis económica sino a su causa, la aún más grave crisis moral. Recientemente comentaba como el Papa constataba la falta de un espíritu que anime a ser solidario o el olvido de Dios por parte de tanta gente. Y precisamente en esa intervención recordaba una medicina contra el cansancio de la fe.

Como muchas ideas del libro Como tomar decisiones de Peter Kreeft no están en la red y son sencillamente geniales para estos tiempos de crisis, me animo a seguir subiendo algunas ideas que nos recuerdan que necesitamos palpar las dificultades para sacar lo mejor de cada uno.

Las buenas personas, la buena ética y los buenos caracteres morales no son solo para los tiempos buenos, también son típicos de los malos tiempos, los producen los malos tiempos, lo mismo que los diamantes son producidos durante siglos por toneladas de peso y el acero por un calor extraordinario.
Dios, en su sabiduría, permite deliberadamente los malos tiempos, las calamidades, las pruebas y las tentaciones precisamente para probar a nuestros santos sobre el yunque del sufrimiento, en la fragua de la adversidad. El proporciona hom­bres buenos para los tiempos malos y malos tiempos para los hombres buenos.

Si no hubiera una pared contra la que hay que empujar, ¿cómo se podrían desarrollar los músculos? Si no hubiera un boxeador que actuase de sparring, ¿cómo podría entrenarse un campeón? Si no hubiese sufrimiento en el mundo, ¿cómo podría suscitarse la compasión? Si no hubiese dificultades, ¿cómo podría desarrollarse el coraje? Si no hubiese tentaciones (p e, para mentir), ¿cómo podría ser preciosa la virtud (p e, la sinceridad)? Si la santidad no costase, no valdría la pena. Sólo en un mundo malo podemos ser buenos. Los malos tiempos son para las buenas personas.

Pero la otra mitad del proceso es también cierta: las buenas personas son para los malos tiempos. Los buenos amigos buscan el bien del otro antes que su propio bien; ésta es la única forma en que pueden alcanzar su verdadero bien. Los que aman de verdad se olvidan de sí mismos, incluso de su propia satisfacción al amar .y pensar sólo en la persona amada, sólo así pueden disfrutar de una auténtica alegría. Las únicas satisfacciones profundas y duraderas de esta vida (y de la futura) radican siempre en el olvido de sí.

jueves, 2 de febrero de 2012

Todo lo que facilita, debilita


Dice el filósofo Armando Segura que todo lo que facilita, debilita.
Mucha gente me ha comentado su experiencia personal en esta época de crisis en la que, siguiendo los giros castellanos, “a la fuerza ahorcan”, han tenido que “hacer de la necesidad virtud” y han aprendido a trabajar mejor.

Esto es algo que probablemente no hubiera ocurrido en una época de bonanza. La revolución del 68 que no ha hecho un mundo mejor, fue realizada por una juventud aburguesada. El historiador Pablo Pérez López en una conferencia en el Colegio Mayor Albayzín en la Universidad de Granada decía que después de los años 50 y 60 del pasado siglo ocurrió “lo que James Patterson llamó una «revolución de las expectativas», que condujo a la formulación de nuevas reivindicaciones que sobrepasaban la capacidad de las instituciones políticas y económicas para satisfacerlas, lo que generó un descontento primero difuso y luego cada vez más concreto, que dio lugar a una explosión espectacular a finales de los sesenta, concretamente hacia 1967 en los Estados Unidos y en 1968 en Europa. Sobrevino una crisis inesperada y honda que en buena medida todavía pervive, que afectó sobre todo a los sectores más instruidos de las sociedades más ricas. Se trató de una crisis de élites, y de pensamiento podríamos decir. Y un rasgo fundamental de sus contenidos es que se definió más como negación que como afirmación de una propuesta alternativa. Vendría a ser un mentís a las expectativas que podían haber generado los años anteriores de prosperidad, cuyas esperanzas se quebraron de forma amarga. La juventud mejor atendida de los países más ricos y cultos vino a decir que no le gustaba lo que sus mayores parecían estar preparando para su futuro. Comenzando por el modelo de usos sexuales, todo se puso en cuestión: la jerarquía de valores, lo escenificable y lo obsceno, lo digno y lo indigno, lo sano y lo morboso, lo que valía la pena y lo despreciable. Ni les gustaba la familia ni el cómodo hogar que se le prometía, ni la democracia, ni el Estado, ni el ejército, ni la Universidad. Y lo peor es que no decían exactamente que querían en su lugar, con lo cual como primer fruto de la nueva actitud quedó la trasgresión como único elemento distintivo de presunto progreso”

Ahora tenemos más medios técnicos que los jóvenes de antes del 68 y objetivamente todo es más fácil. Pero la situación económica parece estar peor que en esos años o al menos las expectativas que se tenían eran otras y la incertidumbre amenaza.

Pero como veremos más adelante, si eres de los que quieres ser bueno, anímate: los malos tiempos son para las buenas personas. Tenemos una nueva oportunidad de cambiar el mundo.