ABSTRACT. SUICIDAL SOCIETY. Spain is among the countries with the lowest suicide rate. But the Minister of Health of this country wishes to make it easier to commit suicide. You have chosen a wrong time. We have a big economic crisis and at this time tends to increase the number of suicides. To the family of a person who commits suicide, his death is a big pain. Journalists are cautious in giving news of suicide, to avoid the pull factor. If a politician praises the right to commit suicide, it is logical to fall into the slippery slope of deaths, as in Holland. In this way, the public health saves a lot of money and family inheritance is spent on travel instead of caring for a sick person. This is a suicidal society
El índice de suicidios en España es de 8,9 muertos por cada 100 mil habitantes (4.500 muertos al año). Frente a las naciones de norte y este de Europa, España presenta uno de los porcentajes más bajos de suicidios de nuestro continente. La reciente propuesta del Ministro de Sanidad parece buscar un cambio de tendencia, facilitando que los que padezcan enfermedades puedan ser ayudados a quitarse la vida, incluso a los que no se encuentren en situación terminal. Plantear esto en plena crisis no puede ser más extemporáneo, si hacemos caso a los estudios que señalan que en las épocas de crisis, por ejemplo, durante el Crack del 29, se da un aumento del número de muertes por suicidio entre los varones adultos (Galbraith pensaba que aumentó pero no más de un 2%, al menos la tasa general en Nueva York, pero Estados Unidos no es sólo la gran manzana. Que el suicidio sea algo protegible como si de él proviniera algún bien no es precisamente una afirmación pacíficamente compartida por la ciudadanía.Para casi todo el mundo, la noticia de un suicidio es una desgracia. Mucho más para los parientes de una persona que se ha quitado la vida. Comprendemos que una persona sufra hasta el punto de desear la muerte. Todos experimentamos repulsa a ser una carga para los demás y deseamos morir molestando lo menos posible. Pero de este sentimiento natural al elogio o permisión social del suicidio hay un triple salto mortal. De hecho la sociedad es sensible a evitarlos. Las noticias de suicidios, por sentido de responsabilidad, son tratadas con prudencia para evitar el “efecto llamada” que suele tener. Durante años, en la Iglesia Católica, por su carácter inmoral y para evitar una percepción positiva del acto de quitarse la vida, se negó al suicida el sepelio cristiano (lo cual no era una afirmación de que el suicida estaba condenado, algo que la Iglesia no ha hecho ni con Judas). Además, nadie sabe que pasa por el alma de la persona en el último momento antes de morir. La mejor escritora del siglo de oro español se sintió inclinada en una ocasión a rezar por el alma de un suicida que se tiró de un puente al río y ni siquiera estaba enterrado en tierra sagrada. Dios le había hecho entender que entre el puente y el río estaba Él. Cuatro siglos después, Gabriel García Márquez relató el arrepentimiento del suicida en un micro relato sobre "...el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida". Los avances en psiquiatría aportaron más luces. Muchos suicidas actúan como consecuencia de una depresión y eso hace del acto algo parcial o totalmente involuntario. Por eso, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el numero 2283; “no se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por vías que él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento saludable. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.”
Sin embargo, no es raro que en los medios haya un elogio del suicidio, un ascenso de los suicidas al Olimpo, elogiados por ser “espíritus libres”, por su valentía o por ser adalides de nuevos derechos. A estas pobres personas algunos medios y asociaciones les dan de modo cíclico los cinco minutos de gloria en la vida a los que, según Andy Warhol, todos tienen derecho. De hecho, no serían noticia si esos asesores no les organizaran sus ruedas de prensa, actos, folletos propagandísticos, etc. Y este ascenso de suicidas al Olimpo no sale gratis, tiene su precio. Si afirmara que el suicidio es bueno, justificaría que es una buena salida para asesinos, violadores, pederastas... Les señalaría un camino. Ya que la pena de muerte no está aceptada en nuestra sociedad, el suicidio del criminal sería una pena capital auto infligida. Si quitarse la vida es una opción, no tendría fuerza el deber moral ni legal de socorrer al que se va a suicidar. La gente asistiría al suicida que se sienta en el pretil de la ventana de un octavo piso como al espectáculo que ofrece el ejercicio de un derecho. Eso sí, siempre que la policía local desaloje la acera correspondiente, para evitar consecuencias colaterales. Si es un derecho, el Estado podría recordarlo y animar a ejercitarlo. Los Servicios de Salud de las Comunidades Autónomas estarían en su derecho de hacer campañas de sensibilización, por ejemplo: “Abuelo, sé solidario. Por tí, que dejarás de sufrir. Por los tuyos, que podrán tener un alivio permanente al no tener que venir más. Por la salud pública, que podrá dedicar más medios a enfermos con posible mejoría. Ejercita tus derechos. Puedes pedir la eutanasia al 903 222 111”
El elogio del suicidio es el primer escalón para la eutanasia. Y en la admisión de la eutanasia siempre tiene pendiente deslizante, si hacemos caso a las estadísticas de Holanda, paraíso de los suicidas en formato de eutanasia. La ley envía un mensaje a la ciudadanía: si está permitido, si es legal, como va a ser malo. Desde la perspectiva del gasto en salud pública, siempre habrá un interés en que la gente se quite la vida frente a la alternativa de los cuidados paliativos, tan caros que acaban con el patrimonio del enfermo y deja a sus deudos sin ver un euro, con lo fácil que es firmar aquí, hombre… No es una acusación a nadie, es un dato objetivo. Quieren que se piense que lo progresista es poder suicidarse y no se lo cree ni Joaquín Sabina, que dedicó una canción a enumerar motivos para no suicidarse.
LA IMAGEN de arriba es un cartel de propaganda antisistema animando a los políticos a suicidarse... Sin comentarios
4 comentarios:
Uno de los suicidios más dolorosos, si es que hay algunos que no lo sean es el de los jóvenes homosexuales, que duplican en tasa, al suicidio de los jóvenes en general.
El texto confunde "suicidio" con la "muerte asistida" para enfermos terminales, y son cosas muy distintas...
Un suicida puede estar complemente sano, pero un enfermo terminal tiene sus días contados y solo quiere morir con dignidad y sin dolor, muchas veces en casa con su familia, y no en un frío hospital que con avaricia solo piensa en cobrar más por obligar al pobre enfermo a sufrir una muerte larga y penosa...
Y esa comparacion entre progresismo y suicidio en el titulo de la entrada?? de donde sale la relacion?? la "rama liberal de la derecha" no se suicida?? o es que pretendes insinuar que los progresistas inducen al suicidio??
Solo quería exponer que se ha extendido una visión positiva del suicidio entre los que se consideran progresistas, lo que no quita suicidios de todo color ideológico.
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