martes, 23 de marzo de 2010

El torero agnóstico que hacía cursos de retiro espiritual


Entre las cosas que hacen millones de personas en el mundo y que nunca o casi nunca salen en la prensa están los cursos de retiro (días de retiro espiritual, ejercicios espirituales, conferencias cuaresmales o como se le quiera llamar). La única noticia es que el Papa lo hace con la curia vaticana cada año. Sin embargo no sólo lo hace el Papa. Millones de personas lo hacen y a veces, quien menos te lo esperas. Y es lógico porque todos necesitamos hacer la ITV al alma, para estar a solas con Dios. Es propio del ser humano por su carácter racional y espiritual. No es una cuestión de relajación o puesta de la mente en blanco, sino de pensar en el sentido último de nuestra vida.

Entre las personas que recomendaban hacer un curso de retiro está Luis Miguel Dominguín, torero famoso, para la gente de menos de 30 años quizá sólo conocido por ser el padre de Miguel Bosé. A pesar de ser agnóstico, lo hacía publicamente en un libro homenaje a su amigo Gregorio López Bravo, cuando éste falleció en un accidente de avión en Bilbao (VV. AA. Coordinador: M. ÁLVAREZ MORALES, Gregorio López-Bravo Visto por sus amigos, Madrid 1987)

Aquí está un extracto de su artículo:

"Me acuerdo un día que se empeñó en que hiciera un curso de retiro. Yo, desgraciadamente, lo tengo que decir, no soy creyente. Lo cual creo que es una desgracia, porque aunque fuera mentira me gustaría creer, y pensar que uno se va a morir y va a tener otra vida. Pero por mi psicología, por mi educación, por las circunstancias, no lo soy.
Bueno, el caso es que teníamos el curso en La Pililla y Gregorio me informó que hasta tal hora se podía hablar, luego, a partir de la cena, se guarda silencio hasta el final del retiro. Y le contesto: Serás tú el que no puedes hablar. Y tú también, me dice. Me has prometido que ibas a ser obediente y correcto, y para eso has venido aquí, y a ver si eres capaz o no eres capaz. Yo soy capaz, le contesto, pero vas a ser tú quien no puedas hablar pero yo sí. Y me voy al cura que daba el retiro y le explico mi problema real: Yo no soy creyente, yo lo intento pero no lo consigo. Yo si no puedo hablar, qué hago aquí si no puedo orientarme. En la cena le contaba todo esto a Gregorio, y él no sabía qué hacer. Entonces dijo el cura de pronto a todo el mundo: Señores, Luis Miguel me ha expuesto su caso, es la primera vez que viene a un retiro y no es creyente, viene con la mejor buena fe, pero dice que si no puede hablar que cómo va a preguntar, y si no pregunta, que cómo va a entender. En fin, yo no puedo estar también pendiente de que en todo momento me pregunte, así que he pensado que Luis Miguel pueda hablar con todo el mundo. A quien él se dirija le puede contestar. Estábamos en la misma habitación y ¡me miraba con una cara! y se reía como diciendo: Qué poca vergüenza tienes... Y yo le hacía un gesto de que se callara, que no podía hablar. Fue muy gracioso. Le decía: Mira, Gregorio, si yo me apunto para hablar con el cura va a dejar a todos para hablar conmigo, primero porque a mi me hace más falta ¿no?, esto es lo que tú vas a decir, pero yo creo que es porque le divierte más lo que yo le pueda contar que los latazos que le contáis vosotros. Efectivamente, me apunté y al poco rato me llamó el sacerdote y me dijo: Hoy, después de comer charlamos. Nos metimos en el despacho. Empecé a contarle mi vida y el hombre estaba tan interesado… primero porque, lógicamente, era, digamos su oficio el tratar de convencer a un pobre hombre que andaba por allí desorientado, y luego porque se divertía muchísimo con las cosas que yo le contaba. Yo le contaba anécdotas de mi vida y cosas increíbles que me habían ocurrido. Me lo pasé muy bien. Me lo pasé tan bien que creo que el retiro es una cosa que indudablemente, se crea o no se crea, se debe hacer. Se debe hacer porque al estar tres días sin hablar supone una concentración tremenda, un enfrentarse con uno mismo.
Pocos días hay que no me acuerde de él, pocos días. Gregorio me ha dejado una gran herencia, una herencia estupenda. Me ha dejado la herencia de pensar que uno no es nadie. Me lo ha inculcado sin darse cuenta quizá."
Aquí está el artículo completo.

No hay comentarios: