viernes, 6 de agosto de 2010

La auténtica moda fashion


Recojo un artículo de Miguel Ángel Berlanga, Profesor Titular del Departamento de Historia del Arte la Universidad de Granada publicado en el diario Ideal de Granada

Cada cierto tiempo las marquesinas de los autobuses de mi ciudad se llenan de fotografías de chicas semidesnudas para anunciar una desigual marca.

Los desnudos, y más si es el caso de un cuerpo joven y bien proporcionado, son sin duda “altamente sugerentes”. Pero más allá de ser una fórmula eficaz para atraer la atención, hay algo de engañoso en su uso publicitario. La moda fashion unida al uso de casi ninguna ropa se nos presenta con pretensiones de naturalidad, pero tiene algo de artificioso: posar desnudos o semidesnudos no es algo natural, exige hacerse violencia interior, vencer una resistencia. Esa barrera, algunos se esmeran en llamarla prejuicio cultural. Pero otros la vemos como algo muy humano, natural en el ser humano.

El pudor otorga un cierto recato o resistencia a que el propio cuerpo sea mostrado en público como si de un escaparate se tratara. Los animales no tienen intimidad, ni por tanto pudor o sentido de la vergüenza. Una educación sana y abierta a la sociabilidad, a la comunicabilidad, lleva a no sobredimensionarlo, a ser moderadamente abiertos, expansivos. Y una educación puritana, marcadamente tradicionalista, distorsiona y sobredimensiona este sentimiento humano. Con el peligro añadido de conducir a excesos ocultos, a compensaciones frente a esos falsos moralismos.

Pero dejando de lado ese falso pudor, la reserva y salvaguarda de la intimidad es un resorte muy humano que entre otras cosas protege, casi por intuición, de lo que hoy día se nos ha venido encima: el mal gusto, la zafiedad, la chabacanería en los modos de hablar, la promiscuidad en los comportamientos sociales, la trivialización de la sexualidad humana, el juego irresponsable. Lo verdaderamente fashion va ligado a la elegancia, a una cierta moderación, y desde luego a más partes del cuerpo elegantemente adornadas con el vestido.

Al grito de no dejarnos llevar por antiguas imposiciones de no se sabe qué antigua sociedad confesional (o sí se sabe: ¡la de hace 50 años!), algunos proponen modelos de comportamiento más 'libres' que en realidad conducen a nuevas y dramáticas esclavitudes. La pérdida del sentido del pudor no solo abre la puerta hacia el mal gusto, sino también a un cierto desmadre con tristes consecuencias personales y sociales.

Con el permiso de Rousseau y de todos los naturalistas y hedonistas que en el mundo son, los seres humanos tenemos pasiones que hay que aprender a dominar. Y en esto el pudor juega su papel. Dominarlas no significa reprimirlas, sino encauzarlas en razón de otras muchas cosas mejores. Por citar solo una de ellas: un tipo de belleza, que es sobre todo -pero no solo- interior y que algunos entendemos ser más auténtica, y no reñida con el arte.

En nombre de un naturalismo que se llama “progresista”, pero que si se piensa bien es infantil e irresponsable, estamos construyendo una sociedad zafia que estraga la sensibilidad y el buen gusto, y que cada vez valora menos el matiz en la belleza, de la que el hedonismo es un simple sucedáneo.

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