Algunos amigos me preguntan qué sentido tiene asistir a una beatificación como la que habrá el próximo 27 de septiembre en Madrid, en la que la Iglesia reconocerá la santidad de D. Álvaro del Portillo.
Pues voy a dar algunas de mis razones:
Porque nos muestra que hoy es posible ser santo. No es una meta bonita pero irrealizable en nuestros tiempos. La beatificación nos recuerda que es algo real, que otros, como Álvaro del Portillo, lo han conseguido, dejando actuar a Dios en sus vidas, incluso en ambientes materialistas y descristianizados.
Porque contribuye a la gloria de Dios que sigue manifestando su poder gracias a la libre respuesta del hombre.
Porque presenta al mundo un modelo de carne y hueso. Alguien que estudió una carrera en la Universidad de Madrid, que realizó siendo estudiante labores de voluntariado, que siguió su vocación sacerdotal hasta el final de su vida, que dedicó su vida a los demás, con naturalidad, con heroísmo y sin perder la sonrisa.
Porque nos da así un intercesor más en el cielo, alguien asequible y actual, al que han conocido en persona decenas de miles de personas, y que velará especialmente por aquellos cristianos que quieren llevar una vida santa en medio del trabajo, las relaciones familiares y sociales, la cultura, el arte, el deporte, etc, que recurran a él: el que pide recibe (Lc 11,10)
Porque es bueno ser agradecido. Mucha gente está agradecida a Dios por haberse acercado a los sacramentos, a una vida de trabajo, de ayuda a los demás a través de las actividades formativas del Opus Dei, donde entregó su vida Don Álvaro. Para ellos es una forma excelente de cumplir un deber de agradecimiento a Dios.
Porque es un modo magnífico de vivir la comunión de los santos: cristianos de todo el mundo nos unimos a los cristianos que gozan de la visión de Dios en el cielo para pedir a Dios, por intercesión de D. Álvaro, por nosotros mismos, por nuestros amigos y familiares, por los vivos y por los ya fallecidos que están en el purgatorio, para que lleguemos todos a la única meta que merece la pena: la felicidad y el amor eternos en el cielo.
Porque contribuye a la nueva evangelización del mundo que nos pide el Papa: la vida de los santos nos muestra el Evangelio llevado a la práctica; aprendemos cómo vencieron las tentaciones, qué medios emplearon para protegerse del mal, fortalecerse, progresar. Conocer la vida de los santos ha sido siempre una escuela para aspirar a la santidad en la historia de Iglesia y una beatificación ayuda a conocerla.
En este enlace se responde a preguntas frecuentes sobre la beatificación de Álvaro del Portillo:
En este vídeo salen jóvenes que, de una forma dinámica, acorde con su edad, explican por qué es muy bueno estar en al Beatificación:
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