sábado, 29 de abril de 2017

ENTERRADORES ENTERRADOS

La Iglesia está viva en 2016 y los que pretendieron enterrarla desde el siglo de las Luces, son los que descansan bajo tierra, como cuenta Georges Chevrot en su libro “Simón Pedro”: “De aquí a veinte años –decía Voltaire– ya habrá fenecido la Iglesia Católica...”. Y veinte años después moría Voltaire y la Iglesia Católica seguía viviendo. “La Iglesia –escribía Julio Janin– estaba muy enferma antes del año 1830, pero la Revolución de Julio la diezmó completamente”. Renan creyó que la sepultaba entre flores. Así, desde Celso hasta el siglo XIX, no hubo una generación en que los enterradores no se hayan aprestado a sepultar a la Iglesia, y la Iglesia vive siempre. Montalembert lo afirmaba magníficamente en el Parlamento de París, en 1845: “La Iglesia Católica tiene la victoria y la venganza aseguradas desde hace dieciocho siglos contra todos aquellos que la calumnian, la encadenan o la traicionan: su venganza es pedir por ellos y su victoria es sobrevivirles”. Jesús no nos engañó: las puertas del infierno no prevalecerán contra su Iglesia. Perpetuamente atacada, contrariada, perjudicada, prosigue, sin embargo, serena y confiada la misión que le asignó su divino Fundador. Su existencia consiste, según la feliz expresión del Padre Faber, “en una victoriosa derrota”. Si nuestra Iglesia es humana, tan débil y siempre en espera de algún fracaso o saliendo de él, ¿no es acaso divina esta Iglesia que sale regularmente victoriosa de todas sus derrotas? “Es un placer –observaba Pascal– estar en un buque azotado por la tempestad cuando estamos seguros de que no naufragará. Las persecuciones que perturban a la Iglesia son de esta índole”.

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